
Pequeños productores rurales de cara a la economía contemporánea
La transnacionalización de la producción y de los mercados es una de las características más sobresalientes de la economía contemporánea, y en la mayoría de los países en desarrollo ha sido acompañada de procesos de liberalización comercial y desmantelamiento de los esquemas de apoyo público a la producción doméstica. Para las pequeñas unidades productivas pobres del ámbito rural, adaptarse a ese nuevo contexto de creciente competencia y desprotección es un reto de proporciones. Por una parte, deben incrementar la productividad y adoptar mejores prácticas agrícolas que reduzcan los daños al suelo. Por otra, deben integrarse sólidamente a cadenas que les articulen con mercados más dinámicos. ¿Misión imposible?
Sin ignorar los numerosos casos en que este desafío supera las posibilidades de los pequeños productores rurales, el proyecto Alianzas para el Empoderamiento Económico (AEE) de Rimisp - Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural buscó experiencias que sí lo están logrando y las sistematizó para rescatar sus aprendizajes.
Una de ellas es el Proyecto de Producción y Exportación de Vegetales Frescos en Guatemala con enfoque de Comercio Justo, liderado por cooperativas de productores de arvejas y ejotes, e impulsado por la empresa agroexportadora Cooperación Económica de Interés Social (CEIS) con la Asociación para el Desarrollo Integral y Sostenible de la Agricultura en Guatemala (ADISAGUA). Esta iniciativa se abocó en 2009 y 2010 a la modernización de la gestión de las cooperativas y su integración a esquemas de Comercio Justo, logrando entre otras cosas un precio estable y superior al del mercado, lo que facilita la planificación de la producción e incrementa el ingreso real de los productores. El caso ofrece importantes lecciones.
Primero, revela que, aún en contextos de muchas privaciones, los cambios son posibles. De hecho, las cooperativas y sus miembros elevaron sus niveles tecnológicos, transformaron las prácticas gerenciales, incrementaron la productividad y calidad de su producción, y alcanzaron una mayor transparencia y control de los recursos y procesos. Esto se logró en gran medida gracias a la acción colectiva que demostró ser vital para la sobrevivencia y desarrollo de las iniciativas económicas de las pequeñas unidades productivas.
Otra lección es que, para el éxito de cualquier emprendimiento productivo, la vinculación a mercados ampliados y mecanismos de comercialización con capacidades expandidas es imprescindible.La especialización productiva, y por tanto, de aumento de la productividad, depende críticamente de la posibilidad de vender volúmenes elevados, lo que a su vez permite alcanzar el acceso a mercados de mayor tamaño que, en este caso, ha sido facilitado por CEIS.
La experiencia también demuestra que el esquema de Comercio Justo es una alternativa concreta para los pequeños productores pobres que buscan oportunidades de progreso, pues efectivamente les paga más, gracias a un compromiso con una sociedad más justa y sostenible por parte de los compradores, y les induce a ser mejores productores.
Que el cambio tecnológico y la adopción de buenas prácticas agrícolas y ambientales estén en el centro del éxito de la conquista de mercados ampliados, es otro gran aprendizaje. En esta iniciativa, la admisión de estándares de Comercio Justo, junto al esfuerzo y aprendizaje colectivo, han sido parte de un proceso que coadyuva a un escalamiento tecnológico que redunda en mayores ingresos y bienestar.
El caso indica también que incluso para pequeños productores en condición de pobreza es posible impulsar prácticas económicas ambientalmente sostenibles y ser simultáneamente rentables. Por cierto, esto requiere de un entorno que provea incentivos adecuados en vez de penalizar por mayores costos.
Una última lección es que el apoyo externo, aun siendo financieramente modesto, es crucial para impulsar los cambios. En el mundo de los pequeños productores rurales se requiere de un fuerte impulso inicial que rompa la inercia y explote las potencialidades escondidas de territorios y comunidades, lo que difícilmente puede darse desde adentro de las empresas y los emprendedores, y requiere de apoyo externo.
Para terminar, una reflexión. La iniciativa aquí reseñada se desarrolló en un entorno de fuerte indiferencia estatal y del sector privado, y una actitud francamente hostil por parte de agentes comerciales perjudicados, con un poder relativamente importante en los territorios donde operan las cooperativas. Esto resulta de políticas y esquemas de intervención generalmente pensados para la promoción de emprendimientos empresariales relativamente grandes, y que ignoran o limitan el potencial de los pequeños productores y, más aún, el derecho que tienen a desarrollarse. Los logros obtenidos en el marco del proyecto pese a ese ambiente hostil, son una señal del potencial y éxito que podría esperarle a políticas e instituciones que, desde el sector público y privado, se diseñen y operen con el involucramiento activo de las pequeñas unidades productivas en esquemas de producción y comercio de mayor escala.
Por Juan Cheaz,coordinador del proyecto Alianzas para el Empoderamiento Económico (AEE)
Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural – Rimisp.