
El peso específico del sector agrícola
A veces pareciera que la actividad agrícola en Chile fuera una suerte de hermana pobre y, por lo tanto, convendría hablar más bajo de ella y sin tanta bulla. Esto quizá se debe, en gran parte, a que Chile es un país minero, con un precio del cobre cercano a los 5 dólares la libra cuando hace menos de 15 años era impensable semejante valor.
Pero creo que tarde o temprano tendrá que instalarse en la mente de los chilenos que son muchas las actividades del país que le deben mucho al sector agropecuario nacional.
Por ejemplo en regiones como la IX, X y la VII, la actividad agropecuaria financia a las familias en un gran porcentaje y así, producto de la venta de los diferentes cultivos, ganado, leche, frutas, hortalizas y otros, se pagan arriendos, dividendos, colegios, cuentas de supermercados; servicios como la electricidad, el agua, el gas, etc.
Molesta por ejemplo, que en los medios se hable poco de la actividad que permite vivir a todos los que habitamos en el país con argumentos más bien ligeros y de alto impacto.
Recuerdo hace unos meses, cuando subió el precio del pan, los medios armaron una escandalera con el tema del alza, pero ninguno de ellos, pese a que les había mandado información relacionada con los seguros internacionales del precio de las harinas panificadoras que se transan en las principales bolsas de productos, hizo algún análisis sobre el por qué Fechipan no usaba estos seguros como sí lo hacía la asociación de panificadores franceses y así se evitaban las alzas.
Siempre que el dólar baja, elucubran respecto a lo que pasa sectorialmente y arman una suerte de teatro griego donde los que mueren son los fruticultores y las espadas las blanden las autoridades económicas. Y acá, realmente encontramos que no hay muchos periodistas especializados sectorialmente. Pero tampoco hay agrónomos especializados en tributación o en finanzas. No lo digo como crítica si no más como una oportunidad para las nuevas generaciones profesionales.
En Hamburgo, para quienes han estado en verano –y tal como ocurre en muchas ciudades del viejo continente– les debe haber extrañado en un comienzo sentir el olor a silos ganaderos o quienes aterrizan en Schipol el aeropuerto de Amsterdam hacerlo al costado de extensas praderas donde está el ganado lechero a sólo metros de la pista. La leche en Holanda es prácticamente el símbolo nacional y Francia muestra siempre con orgullo sus extensas plantaciones de lavanda.
Quien sabe si más adelante le otorgan las generaciones nuevas un espacio más importante a la actividad agropecuaria nacional y la comienzan a insertar en el sector financiero con nuevas oportunidades de negocios, para que no la sigan mirando como una hermana pobre que, en realidad, alimenta a toda una nación y financia casi integralmente la vida de muchos compatriotas en diversas regiones.
Jorge Neira, Economista Agrario
IM Trading.