El programa de mejoramiento genético de cerezos que desarrolla el INIA y el Consorcio Biofrutales desde 2008 sigue avanzando, con miras a llegar a obtener la primera variedad de cereza chilena.
Ya se han elegido 30 mil segregantes —plantas diferentes y que podrían llegar a ser una variedad independiente—, de las que se han hecho 21 selecciones intermedias, con los árboles más atractivos. Y, ahora, se inició un período de estudio de entre dos y tres años para escoger los mejores.
“Este año hemos podido levantar un laboratorio de rescate de embriones, establecer pautas de evaluación en campo, laboratorio y poscosecha y establecer huertos de mejora, para aumentar la precocidad productiva”, explica el genetista José Manuel Donoso, uno de los líderes del programa.
Fuente: Revista del Campo, El Mercurio
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